La aparición de láser como herramienta útil para numerosos tratamientos de estética es, sin duda, una de las grandes innovaciones de las últimas décadas. Su versatilidad y eficacia, han convertido al láser en una de las piezas imprescindibles con las que se trabaja en los centros de estética. Por ello, no es de extrañar la existencia del
peeling con láser como una modalidad más para el tratamiento de problemas e imperfecciones en la piel, concretamente de los
tratamientos de peeling.
Sin embargo, en el caso del peeling con láser hay que destacar que se trata de una técnica más compleja que otras modalidades de exfoliación, por lo que su uso queda restringido a aquellos casos en los que el especialista lo recomiende. Hay que considerar que el peeling con láser no se recomienda, por ejemplo, para tratar arrugas profundas o casos de acné aún en estado activo, ni en personas de pieles oscuras.
Por el contrario, con un peeling con láser se obtienen excelentes resultados en pacientes con marcadas líneas de expresión, arrugas moderadas o cicatrices y determinado tipo de manchas. El peeling con láser trabaja en dos niveles, en la capa superficial que se remueve hasta eliminar todas sus impurezas, y en la dermis, la parte más profunda, que se calienta con lo que se consigue estimular la producción de colágeno.
El peeling con láser, no obstante, es un procedimiento delicado pues, mal aplicado, puede quemar la piel. Además es un poco doloroso, de hecho, requiere de analgesia local en la zona que se va a tratar.