El cuidado del cabello es una de las principales preocupaciones estéticas y una de las partidas en las que más recursos y esfuerzos invertimos. Un dato que es fácil comprobar solo echando un vistazo a la infinita producción de artículos que ofrece la industria cosmética con esta finalidad. Y, un repaso a la historia de las distintas civilizaciones muestra que es un interés compartido en todos los tiempos y latitudes.
Volviendo a la actualidad, no siempre estos elaborados productos son lo más recomendable.
De hecho, en la composición química de muchos de estos champús o cremas hay sustancias que son demasiado agresivas y que pueden resultar, a la larga, dañinas para nuestro cabello.
Por no hablar de lo complicado que resulta elegir el más adecuado a nuestro caso, entre una oferta tan amplia. Para guiarnos, lo más importante es tener claro cuál es nuestro problema y la calidad de nuestro cabello.
Así, los cabellos finos suelen ser lacios y tendentes a la grasa. Por eso, se deben tratar con un champú medio, que no contenga acondicionador. Este solo debe aplicarse a las puntas. Para conseguir volumen, se puede recurrir a jabones con proteínas. Y evitar los que tienen aceites, siliconas o lanolina.
El otro extremo son los cabellos teñidos y permanentados. Estas dos técnicas suelen acabar dañando la estructura del pelo. Se les debe proporcionar una protección e hidratación extra.
Además, evitar su exposición al sol y el uso de herramientas y dispositivos con temperaturas muy calientes, que aceleran la aparición de estos problemas de sequedad, fragilidad y ruptura.
Tampoco son beneficiosos la sal del mar o el cloro de las piscinas. Y cuidado en la elección de horquillas y otros accesorios, así como de cepillos y peines de mala calidad.