
Los orígenes de la
Medicina Ortomolecular se fijan en los años finales de la década de los sesenta, coincidiendo con la publicación de un artículo en la
revista Science del prestigioso
Linus Pauling. En este escrito, se describía la Medicina
Ortomolecular como una
terapia que trabaja con sustancias naturales para prevenir y tratar enfermedades.
Estas sustancias están presentes de forma natural en nuestro organismo, ayudándole a mantenerse en perfecto estado para que todos los órganos funcionen como deben hacerlo. Según los partidarios de la Medicina Ortomolecular, el paso de los años y algunas prácticas de vida incorrectas van haciendo que intoxiquemos a nuestro cuerpo, comenzando así su envejecimiento y deterioro.
Así, mientras la medicina tradicional trabaja luchando en contra de una enfermedad cuando esta ya ha surgido, la Medicina Ortomolecular lo que hace es estimular las capacidades potenciales del propio organismo para que se mantenga en su máximo nivel de rendimiento. Sería algo similar a lo que hace un entrenador deportivo con su alumno, llevarle al máximo de su rendimiento con un entrenamiento especialmente diseñado.
La Medicina Ortomolecular, por tanto, además de utilizar las sustancias que hemos citado anteriormente (vitaminas, ácidos grasos esenciales, enzimas o antioxidantes, por citar solo algunas), interviene en otras facetas de la vida de cada paciente, eso sí, siempre de forma progresiva y natural.
Por ejemplo, la Medicina Ortomolecular propicia una actividad física reguladora del equilibrio corporal y mental, o técnicas de control del estrés, un serio enemigo de la salud. Desde luego, se hace mucho hincapié en el aspecto nutritivo, mediante un completo reordenamiento de todos los hábitos alimentarios.