Conviene partir de una premisa en la que todos los especialistas coinciden, las operaciones de cirugía estética no son un problema en sí mismas, el problema es el uso que cada persona hace de estas técnicas. Y, al lado de esta afirmación, otro importante matiz: salvo contadas excepciones, no se deberían realizar estas operaciones hasta que el organismo ha alcanzado su pleno desarrollo.
Parece lógico pensar que uno no puede modificar su cuerpo o rostro antes de saber cuál será su aspecto definitivo. Por eso, los grandes profesionales de la medicina estética no son partidarios de intervenir a adolescentes, precisamente en plena etapa de desarrollo natural.
Esta introducción sirve, claramente, para entender la alarma social que se está generando en
Argentina a causa de la enorme demanda de
cirugías plásticas para niñas que se advierten en los últimos años. Casos como el de la modelo Pamela Sosa son muy representativos de esta obsesión por ajustarse a unos cánones de belleza muy estrictos. Pamela, a sus 30 años, reconoce al menos haberse practicado 3 intervenciones de aumento de lolas, dos de la cola y retoques en pómulos y labios.
Lo peor es que no se trata de una excepción. Los cirujanos argentinos reciben en sus consultas a madres que pretenden que sus hijas de 14 años se operen la cola o las lolas. Una tendencia en aumento que, para los profesionales, solo es muestra de una sociedad superficial, con unos clichés de belleza machistas y clasistas que conducen a los individuos hacia una uniformidad nada deseable.